Perteneciente a una familia patricia, su familia había perdido su prestigio social y económico.
Un escritor contemporáneo suyo lo describe como una persona sumamente inteligente, hábil y de ambiciones desmedidas. Fuerte en su cuerpo y en su personalidad, calculador y frío.
Catilina se destacó por su meritoria carrera militar, participando en las guerras civiles (-84 a -81) que enfrentaron a Mario y a Sila, combatiendo en las filas de este último.
Junto a Sila realizó una ascendente carrera política (cursus honorum), desempeñándose en el cargo de cuestor (quaestor, recuerda que era el primer escalón de la carrera y que se encargaban de las finanzas, especialmente de los pagos al ejército) durante su mandato dictatorial, donde fue acusado por Plutarco de haber cometido crímenes aberrantes contra sus adversarios políticos.
Sus ideas eran en defensa de la plebe empobrecida y endeudada, a la que ofrecía reparaciones económicas, como la condonación de deudas. Según Salustio, su entorno estaba conformado por adúlteros, homicidas, sacrílegos, y todo tipo de miserables.
Desde su juventud, estuvo involucrado en actos contrarios a las buenas costumbres y al pudor, como el cometido contra una sacerdotisa de Vesta, probablemente cuñada de Cicerón. Se lo acusó además del asesinato de su propio hijastro, para casarse con Aurelia Orestila.
Fue designado pretor (praetor, tercer escalón de la carrera política. Recuerda que se encargaban de la administración de la justicia), en el año 68 a.C y luego propretor de África, lugar del que regresó en el año 66 a.C., siendo acusado ante el senado por desempeño abusivo de su mandato.
Habiéndosele impedido acceder al consulado (consul: el peldaño más alto del escalafón. Lo desempeñaban dos hombres de forma simultánea) en el año 65 a. C., se cree que Catilina organizó una conspiración, durante el consulado de Lucio César y Cayo Figulo, urdida tal vez por Craso, hombre rico y poderoso, quien ansiaba proclamarse dictador, seguida de otra posterior, que fracasaron, para asesinar a los candidatos electos el mismo día de su asunción, tomando ellos sus lugares como cónsules.
Cuando en al año 63 a.C., logró Catilina presentarse a las elecciones acompañado de Cayo Antonio Híbrida, fue vencido por Cicerón y Antonio.
Tal vez bajo la protección de César, presidente del tribunal, pudo salir exculpado de las acusaciones que recayeron sobre él por los delitos de homicidio cometidos durante la guerra civil en que luchó junto a Sila.
Enarbolando la bandera de defensa de las clases populares, reunió entre sus adeptos a todos los opositores políticos de Pompeyo y del senado romano.
Cayo Manlio, logró aportar más hombres a la causa, luego de la conspiración de Etruria, lugar que sería elegido como escenario para sus luchas revolucionarias, para luego dirigirse a Roma.
La parte más ambiciosa del plan consistía en el asesinato de Cicerón hecho que acontecería el 7 de noviembre de año 63 a.C. Sin embargo Cicerón fue alertado por Fulvia una mujer de la nobleza, amante de Quinto Curio, partícipe de la conspiración, quien tenía una vida escandalosa, y por ese motivo había sido echado del Senado por los censores (eran dos y se encargaban de clasificar a los ciudadanos en los censos. Se elegían cada cinco años entre los cónsules). Había contado a Fulvia sobre los planes contra Cicerón. La mujer delató lo que iba a acontecer, y Cicerón logró salvarse.
Cicerón acusó a Catilina ante el Senado, y el acusado tras una reacción violenta, huyó de Roma hacia Etruria para reunirse con Manlio.
En los siguientes comicios fueron elegidos cónsules Marco Tulio y Cayo Antonio, mientras Catilina seguía urdiendo planes contra Roma.
Una conspiración en Roma fue desbaratada, hallándose cartas que incriminaron a cinco rebeldes, que fueron ejecutados, a petición de Catón.
Catilina y Manlio fueron declarados por decreto, enemigos de la República, quedando privados de sus derechos civiles y sometidos al derecho de guerra.
En Pistoria, las tropas de Catilina se enfrentaron a las de Antonio, quien por hallarse enfermo de gota, entregó el mando del ejército a Marco Petreyo. en lo que sería para Catalina, su último combate. Primero fueron muertos sus camaradas, Manlio y el Fiesolano y luego él mismo, quien en un acto más de coraje, que de real posibilidad de victoria, se enfrentó casi en forma suicida con los pocos hombres que quedaban a las tropas leales a la República romana.
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